Jueves, de cuento

Buen día, lectores! Este martes, les traigo una linda propuesta. Ya que hace mucho que no hago video IMM, y no solo es porque no tengo nada de tiempo, si no también porque lo pensé y creo que todabía somos poquitos... Somos 24 miembros, se que muchos, pero aún así creo que voy a esperar un poquititísimo más.
Mieentras tanto les tengo una lindísima distracción. Bueno, no se si sabían, pero AMO escribir. Cuando sea grande, mi deseo es ser escritora, así que imagínense que lindo sería escribirles y que ustedes gozen de esto!! Ya se que les escribo en facebook, pero esto va a ser más... personal. Más del blog, me refiero. Entonces se me ocurrió hacer capítulos de esta historia, cada jueves. Y, aunque suene fatalmente raro esto de una ves cada semana, los capítulos serán extensos. Aunque, claro está decir que si viene muy bien y son muchos los lectores voy a hacer cada menos días. Por eso les pido encarecidamente que, para que esto suceda, si leíste mi historia y pensas seguir leyéndola, simplemente comenta.
Espero que les guste, les doy uno de mis besazos voladores!







Querido diario:
                        Llueve, llueve y no para de llover. En serio... ¿justo hoy? ¿Es acaso una señal? No, no puede ser eso, pero no podre emprender mi... ¡No! ¡Si que lo aré! Solo necesito valentía. ¿Valentía? ¿Vale la valentía aunque un rayo te parta en dos? Pues no me quedaré aquí sin hacer nada, así que lo averiguaré.      
                                                                                                                       Ginger.
Cerré mi cuaderno. Levanté un poco la vista del escritorio y contemplé la ventana llena de gotitas de lluvia. Apoyé un codo sobre el marco de la ventana y suspiré, un tanto enojada.
Una opción podía ser que dejara de llover en cualquier momento. Como dice mi tía Laurent: Es solo una nube pasajera.
La otra opción podía ser que a mitad de camino, la lluvia no cesara en absoluto y sea una opresión en mi viaje.
Pero, de todas formas, soy solo una niña de quince años, llena de ilusiones y sueños que desea no tener una vida tan gris y aburrida como sus padres...
Agarré mi mochila violeta con conejitos (ridícula, pero impermeable) y coloqué cosas que podría llegar a necesitar en este viaje: Dos botellas de agua, mi diario, un mapa de la ciudad de Clexia, unos caramelos que encontré por ahí, ropa interior y un poco de dinero por si acaso.
Me puse unos jeans, unas botas de lluvia haciendo juego, una camisa y, sobre esta, un jersey marrón. También usé un gorrito de lana.
Bajé al comedor. Rápidamente me puse mi sobretodo para lluvia color amarillo patito y sobre este la mochila, y estaba por salir cuando...
-¿A donde vas?-preguntó mi madre, con una taza de café humeante en los labios.
-Eh... Me... voy-contesté, inquieta.
-¿A donde?
-Si te lo digo, no me creerías...
-¿En busca de una aventura, como siempre?-rió.
¿Por qué jamás me tomaba en serio esa mujer?
-Mándale un beso a papá-dije, y salí dando un portazo.
Fuera el tiempo estaba... bastante húmedo. Llovía con toda su fuerza, como si me advirtiera que no debía ir a ninguna parte. Pero ya había acordado que sí iría. Si llegaría al borde opuesto de Clexia. Lo haría...
Me puse la capucha y, dando saltitos para esquivar los charcos de agua acumulada, llegué a la mesita de piedra con sombrilla, para cubrirme un rato. Saqué el mapa y un lápiz que encontré en un bolsillo olvidado de la mochila, y me guié con este por el camino que debía tomar hasta la primera parada. Esta sería en casa de mi tía, Laurent. Hice un círculo negro al rededor de la casita de la primera parada, y luego guardé nuevamente el mapa.
Agarré los bordes delanteros de mi capucha y tiré de la tela con la idea de hacerme una especie de techito que me cubriera de la lluvia, mientras me preguntaba porque no se me había ocurrido traer un paraguas. Pero ya había salido. Ya no volvería atrás.
Me armé del valor y, de esta forma, emprendí mi viaje, al este de Clexia.

Por fin llegué a una zona alejada, no tan cubierta de árboles como en mi casa. Una zona "urbanizada". Eran dos líneas paralelas, llenas de casas (una al lado de la otra) enfrentadas; y entremedio de estas, un camino empedrado con una fuente redonda (y sin agua) en medio de todo el camino.
Me senté en el borde de esta fuente y me metí las manos en los bolsillos, para calentarlas un poco. La lluvia había cesado un poco, aunque aún un leve garúo te erizaba la piel. Pero ese ya no era el problema si no, más bien, la brisa helada que recorría todo el lugar.
Me castañeaban los dientes, y estaba muy cansada. No me apetecía en absoluto levantarme del lugar, ni siquiera pensando en el echo de entrar en la acogedora casa de mi tía Laurent.
Fue entonces cuando sentí que algo volaba a mi alrededor. Me percaté en seguida de que era una carta, no una, dos, tres, cuatro.
Miré más allá y vi a una mujer abrigada solo con unas sandalias y un vestido largo, pero sin mangas, que movía los dedos para que las cartas siguieran volando.
Mi tía Laurent era una maga. Unas de las pocas magas que se habían venido a vivir a la parte oeste de Clexia, y solo lo había echo para proteger a su pobre hermana sinmagia, quien pronto la abandono por un hombre sinmagia, con quien se casó y tuvo una hija. Adivinen quien es esa hija...
Laurent y mi madre vivían en el oste de Clexia. Ambas hijas de magos. Lo que sucedió fue... que algo extraño había sucedido, puesto que solo una de sus hijas, su hija mayor, era maga; la otra no tenía poder alguno. Tantos bochornos había recibido la pobre, que escapó al este de Clexia, en donde eran como ella, sinmagia. Laurent temía por su hermana menor, así que escapó junto a ella. Ambas eran muy unidas, hasta que mi madre encontró a un hombre del cual se enamoró y dejó a su hermana a su merced, aunque con una condición: que no le dijera nada de su magia a su sobrina.
Claro que Laurent no cumplió su promesa, y es por eso que se que más allá la ciudad de Clexia no es tan gris. Y ese es el propósito de mi viaje.
-¡Tía! ¡Alguien puede verte!
Las cartas descendieron de golpe.
-Lo sé, querida, lo sé... Pero ¡que alegría que estés aquí!-dijo, sonriente.
Me hizo elevar de mi asiento, y llegar hasta ella volando. Mi tía sabía que yo amaba eso, amaba "volar", así que siempre me hacía elevar de mis asientos.
La abracé mientras descendía lentamente.
Mi tía y mi madre eran completamente distintas.
Mi madre tenía un soso y aburrido corte carré, mientras que mi tía lucía una preciosa y cuidada melena pelirroja. Mi madre era bajita y menuda. Mi tía muy alta y corpulenta. De la boca de mi madre solo salían palabras aburridas y ostentosas, pero de la boca de mi tía lo único que salía era alegría, felicidad... vida.
-¡Hace cuanto que no te veo! Pero... ¡que altas estás!-exclamó.
Era cierto, la última ves que la vi tenía un año menos, y en estos últimos meses había pegado el estirón. Pero aún así, mi tía era exageradamente alta, y eso era algo normalísimo en los magos; aunque en el este de Clexia todos creían que era el Yeti.
-Pero si estás congelada. Venga, entremos a casa-dijo, y ambas caminamos hacia la casita más alejada.
Era una casa completamente roja. Un rojo chillón que desconvinaba con el resto de las oscuras casas. Las ventanas eran desproporcionadas. De arriba eran más anchas, pero en la parte de abajo se hacía más pequeña. Era como una casa de payasos, o algo por el estilo. Aunque yo comprendí perfectamente que era una de las casas típicas del oste de Clexia.
Pero, si por fuera era así de extraña, ¡¡¡deberían verla por dentro!!!
La mitad de las cosas que se encontraban allí estaban suspendidas en el aire: el perchero, algunos estantes, un café humeante sobre un platito. ¡Incluso el perro!
-¡Gingko!-exclamé, y el animal voló hacia mi hasta posarse sobre mis brazos. Hice una mueca por el peso del pobre perrito-. Hay, pero tía... ¿Que le das de comer?
Gingko era la mascota de mi tía Laurent desde siempre. Un amigo fiel que la acompañó en su viaje hasta este lado de Clexia. Un fox terrier tamaño... generoso.
Al igual que todas las cosas en esa casa (incluso mi tía), Gingko era más grande de lo que en realidad es un fox terrier a su edad.
-Bueno, querida... ¿Qué sucede?-me preguntó, mientras agarraba el café humeante, lo multiplicaba y me alcanzaba uno.
Ambas nos sentamos en un sofá de tres cuerpos, y en el medio Gingko.
-¿Cómo que qué pasa?-pregunté, asiéndome la desentendida. Si mi tía Laurent supiese, estoy segura de que comenzaría con el sermón de que es "muy arriesgado". Que "que diría mi madre si lo supiera". O ese tipo de cosas que preferiría ahorrarme.
-Jamás vienes. De seguro estás de pasada-dijo, enarcando una ceja.
Rayos, pescó el anzuelo.
-No. De hecho, eh... Solo venía de visita. ¿Me permitirás una noche aquí? Necesitaba verte, en serio. Te eh estado extrañando muchísimo- Y, en parte, era cierto. Realmente necesitaba pasar la noche en algún lugar, y ese era mi primera parada. Además, era cierto que la súper extrañaba. Pero no venía de visita. Laurent lo había dicho bien "solo de pasada".
-A mi no me engañas jovencita. ¿Tu madre sabe que viniste?
-¡Pff! De seguro lo supone.
-Ginger...
-Tía, sabes que no me presta atención. La última ves pasé dos noches fuera de casa y ni se percató de mi existencia. Y varias veces me eh quedado fuera de casa, y le da igual.
-¡Porque sabe que vas a volver!
-¡Volveré!
-Si, pero...
-Tía... Si quieres que me valla, yo...
-No cariño. Me encanta que me visites. ¿Sabes? Últimamente estoy muy sola... Necesitaba verte. Eres con la única persona con que puedo hacer magia sin temer a que me echen del lado este.
-¿Y por qué te quedas?
-Ya sabes porque lo hago...
-¡Hay, por favor! Mi madre ya no necesita cuidado... Es mayor, adulta.
-No es por ella ahora... Es por ti.
-¿¡Por mi!? Oh tía... No necesito tu cuidado, a demás...
-Tu madre jamás sabe lo que haces, ¿no es cierto?-me quedé muda-. Ella no sabe lo que haces. Yo se que eres una gran aventurera. Que nada te detiene. Nada es más importánte que tu propósito cuando te empeñas en lograrlo. Eres una chica fuerte, alegre. Llena de vida. Libre.
Me quedé atónita ante sus palabras. Jamás me había dado cuenta de que era cierto. Toda la gente en el este Clexia era aburrida, oscura. No había diferencia prácticamente entre niñez-adolescencia-adultes-vejes. Era todo lo mismo. Todos tienen una meta: Dinero. Trabajo. Quien tiene más que quien.
El lado este de Clexia es soso, sin vida. Aún así la gente lo tolera. Aunque la gente como yo suele emprender viajes largos hasta el oeste de Clexia, donde todo es completamente diferente. Aunque, claro, la gente que se va de este lugar suele ser por que no lo tolera. Y esta gente suele descubrir a lo largo de su vida que es mago, entonces se van...
Yo soy una simple sinmagia, pero sin embargo quiero irme. Y se que es porque cuando era pequeña, viví prácticamente toda mi niñez en casa de mi tía Laurent. Hasta que fui lo suficientemente madura como para quedarme sola en casa y no prenderla fuego. De pequeña, siempre fui una niña llena de vida, y eso gracias a mi tía.
-Si,... no. Bueno... No se, yo... ¡Que bah! Estoy harta de mi casa, es por eso que quería... cambiar un día al menos de lugar. Me encanta visitarte, y hace mucho que no lo hacía.
-Con respecto a eso... ¿Por qué tardaste tanto en venir? ¿No te dejaban?-asentí.
Estaba feliz de que haya cambiado de tema, aunque este nuevo tema sea incómodo y horrible.
-Ya sabes como son mis padres. Son unos...
-Estúpidos-inmediatamente se tapó la boca-. Lo siento, no oíste nada-reí-. ¿Cómo pueden no permitirte verme? ¿Que clase de animales son?
-Tortugas.
-Ya en serio-suspiró-. No importa, al menos ya estás aquí. Oh, Ginny, tengo tanto que contarte.
Tiró el café por los aires y se paró. Al principio me asusté, pero luego, al ver que la taza flotaba, me animé yo también y la tiré los por aires. La taza flotó al igual que la primera y yo no pude evitar lanzar una carcajada. Mi tía Laurent, que miraba, sonrió como si me hubiese explicado algo y yo lo hubiese aprendido al instante. Como quien está orgullosa de alguien.
Le devolví la sonrisa y caminé hasta donde estaba ella.
-Mira-dijo, abriendo una puertecita como de mi altura. Laurent se agachó para pasar y luego pasé yo.
Dentro, había ileras e ileras de baras suspendidas en el aire, sosteniendo ropa.  Era una "tiendita" llena de ropa. Vestidos, blusas, polleras, jerseys.
-¡Woow!-exclamé-. Que cosa. ¿Es toda tuya?
-Toda mía... Verás, siempre quise ser una gran diseñadora de moda y... ¡Pienso abrir una tienda! Una de magos, claro. La otra ves compré muchas telas y... digamos que ellas, la tijera y aguja e hilo hicieron el trabajo. Yo solo di las ordenes.
De tan solo imaginármelo sonreí.
-Es... genial. Pero... ¿de donde sacarás a tus "compradores magos"?
-Ese es el problema. Necesito publicidad. Hay un logo que significa "conmagia", con el cual nos comunicamos nosotros, los magos. Los sinmagia no lo conocen, por supuesto. Ya eh hecho muchos volantes, solo queda repartirlos.
-Puedo repartirlos.
-¿En serio?-preguntó, asiéndose la sorprendida, aunque ya sabía que se lo propondría. De echo, de seguro ese era su plan.
-Claro. Voy a...-lamenté haber comenzado la oración.
-¿Vas a...?-mi tía comenzó a hacer ruidito con un  pie en el suelo.
Sonreí, cómplice.
No me quedaba otra cosa que hacer. Le conté todo mi plan. La tía Laurent no paraba de hacer exclamaciones. Abrió los ojos como platos.
-¿Y que piensas hacer cuando llegues? ¿Quedarte a vivir en las calles? ¿Conseguir un empleo? ¡Ni eso! ¿¡Te das cuenta que allí el mundo se arregla con un chasquido de dedos!?
-No tengo idea de lo que dices. Lo único que se es que... no pertenezco a este lugar.
Mi tía Laurent me volvió a sonreír de esa linda forma.
-Tampoco pertenezco a este lugar. Pero hay que valorar las cosas pequeñas. Bueno... Aquí todo es pequeño, claro está-refunfunió.
Yo me reí.
-Pues para mi, todo aquí es tamaño doble-respondí.
Ella lanzó una carcajada.
-Ven, vamos a tu habitación.





Querido diario:
                        Viviendo la primera etapa de mi viaje... Asta ahora, todo ha ido de maravilla. No quiero irme, estoy divirtiéndome a máximo. Como el día siguiente volvió a llover (aunque no tan tormentosamente) mi tía Laurent me pidió que me quedara hasta que la lluvia cese. Es increíblemente divertido pasar un día con mi tía maga. Ella siempre es cariñosa conmigo, y me presta atención hasta en lo más mínimo que haga. Me pone muy feliz saber que a alguien le importe de tal forma. Me hace sentir... especial. En fin, ahora preparo con mi tía casi unos 25 sándwiches de tomate y atún (aunque suene asqueroso, son deliciosos) para lo que sigue de mi viaje. Me dio un talismán por si precisaba urgentemente de su ayuda en algún momento y me abrigo mucho más (lo cual disfrute mucho, ya que la ropa se ajustó a mi tamaño ni bien me la puse). Hasta pronto.
Ginger.
Cerré el diario y lo guardé en el fondo de la mochila de los conejos, junto a el tupper con los sándwiches.
-No quiero decirte adiós, mi querida niña; así que solo diré hasta la próxima-me beso la coronilla castaña y me apretujo contra su cálido y corpulento cuerpo.
-Cuando llegue y asiente cabeza en el oeste de Clexia, te llamaré y vendrás conmigo, ¿verdad?
-Que así sea, Ginny-y con estas últimas palabras, salí de la casa.
El cielo no estaba despejado, pero las nubes no amenazaban con empaparlo todo nuevamente. Una muy buena noticia.
Miré el mapa, aunque ya sabía lo que venía: "Cantatis Civitatem". Ciudad Encantada (puesto que no es lo mismo la magia que los encantamientos.
La Cantatis Civitatem era la ciudad de las Hadas (considerada "ciudad", aunque no más que una zona en la ciudad de Clexia). Gente común (con alguna que otra diferencia, piel azul, orejas puntiagudas o alguna cosa por el estilo; consideradas "rasgos" para las Hadas) con el don de volar sin alas. Tenían poderes. Lograban encantamientos que ningún mago podría jamás hacer (y viceversa).
Pensaba dormir escondida dentro del bosque que lo rodea. No pensaba intentar pasar desapercibida frente a esas personas. Las Hadas son consideradas personas muy importantes. Y lo son. Por sobre todas las cosas, cuidan la naturaleza. Sin la ayuda de las Hadas, ¿que sería de Clexia?
Era necesario pasar por allí, ya que no había otro camino. Por aire, estaban las Hadas Aéreas (Hadas más antiguas que aún conservaban alas). Y por agua, las Hadas Acuáticas (Hadas que, naturalmente, respiran tanto en agua como en aire).
Guardé el mapa en su lugar, me calcé bien la mochila a la espalda, y emprendí viaje hacia la Cantis Civitatem.

No habría alcanzado la media hora de caminar cuando me sentí un tanto... pesada. El suelo seco se iba convirtiendo poco a poco en lodo. Debía hacer fuerza para sacar los pies de cada charco que pisaba, lo cual hacía que me cansase sin dificultad.
Me posé sobre una roca... O eso creí. Oí un débil "¡Au!" bajo mi cuerpo, y luego terminé sentada en el lodo.
Me paré en seguida, enfadada con lo que creía era una roca, aunque me impresioné al observarla bien: Era una mujer. Una chica, como de mi edad. Joven y hermosa. Su perfecta piel pulida era gris como las rocas. Su cabello, negro azabache. Sus ojos casi transparentes. Era sumamente delgada, aunque no había rastro de huesos marcados. Simplemente era menuda por naturaleza. Llevaba unas ropas echas jirones, del mismo color que su piel, e iba descalza, con lodo hasta en las pantorrillas.
Me miraba con aire enfadado, aunque su rostro también cambió al verme.
-Que... ¿¡Por qué te sentaste sobre mi!?-rápidamente volvió a su actitud enfadada.
-Yo... Lo... siento. Creía que eras una... una roca-tartamudeé, sin creer ver lo que veía. Sabía que pronto me encontraría con criaturas como ella (si es que era un Hada), pero no estaba acostumbrada.
-¿¡Una roca!? Tan solo me arrodillé para limpiarme un poco las piernas de este lodo y tú... ¡Tú te sientas sobre mi!
-Lo siento... En serio...
Luego de un largo silencio, en el que la muchacha pareció aceptar mi disculpa desganada, me preguntó:
-¿Qué eres?
Me pareció descortés.
-Mi nombre es Ginger.
-No quien eres, ¿Qué eres?-remarcó la palabra "que".
-Una... humana. Sinmagia.
-Ah. 
-¿Tú?-pregunté.
-No tengo porque dar explicaciones a una vulgar sinmagia.
-No soy una vulgar sinmagia-si lo era, pero no soportaba el echo de que intentara rebajarme tan fríamente-. Oye, disculpa que te confunda con una roca, no quise hacerlo. Si vas a tratarme mal por ser... como soy, me largo de aquí y dejo que sigas con lo tuyo.
-¿Y si no?
-¿Cómo?
-¿Y si "no te trato mal"? ¿No te irás, o qué?
-De todas formas me iré. No tengo tiempo para "charlas".
-Pues... ¡bien!-la chica siguió su camino, justo por donde yo también iba.
Caminé detrás de ella, sin remedio.
-¿¡Me sigues!?
-No, yo también debo tomar este sendero.
-Tu lugar está por el otro lado-señaló por donde venía-por aquí solo llegarás a la Cantis Civitatem.
-Eso pretendo, gracias-respondí, secamente, y la dejé atrás.
Sin embargo, ella me siguió.
-Lamento no hacerte buena compañía, pero vivo allí así que, si me disculpas, también tendré que ir por aquí.
-Pues disculpa aceptada.
Arrugó la nariz molesta, y con la frente en alto, siguió su camino sin darme la menor importancia.

Caminamos y caminamos hasta que, casi al mismo tiempo, ambas nos sentamos a la sombra de un gran ombú. Yo, por mi parte, saqué mi tupper con sándwiches de tomate y atún y comencé a roer uno. Un ruidito extraño me hizo mirar hacia el lado de la chica. Ella miraba como con deseo mi sándwich, y se tocaba en dolorido estómago: tenía hambre. Me sentí mal, así que pasé el tupper, para que agarrara un sándwich. Ella me miró a los ojos y, poniéndose seria, miró hacia otro lado. Su estómago se lo reprochó, así que volvió la mirada hacia mi como con tristeza y tomó un sándwich.
Me sonrió tímidamente y miró el sándwich.
-Conozco esto. Es... tomate. Y...-le paso un poco la lengua al atún-. Atún. ¿Tomate y atún? ¿Seguro que es comestible?
Levante los hombros y le di otro mordisco a mi sándwich. Ella volvió la mirada al suyo y le dio un pequeño mordisco con cara de asco. Su cara se transformó en satisfacción.
-¡M...! Está... ¡delicioso! Una extraña mezcla que hace sabores únicos.
-Son deliciosos.
-Me encanta. Puedo... ¿tomar otro?-preguntó sintiéndose mal por su descortesía.
-Los que quieras-me acerqué más a ella y puse el tupper entre nosotras.
Entonces comenzamos una agradable charla. Y también fue entonces, cuando conocí a mi primer agradable compañía de viaje.
-¿En serio son así... todos?-preguntó, extrañada.
-Todos. Sosos y aburridos.
-Pues nunca he ido hasta el este de Clexia, pero... Jamás lo habría imaginado de esa forma. 
-Créeme, no es un agradable lugar par ir de vacaciones. Encontrarás todo y más, pero... no es suficiente. No hay... 
-...Alegría-dijo, y era justo lo que yo le iba a decir.
Le sonreí amablemente, y me devolvió la sonrisa.
-Oye, no me has dicho tu nombre-le reproché, mientras cerraba el tupper y guardaba los sándwiches que quedaban.
-Soy Terra.
-Pues es un nombre muy lindo.
-También el tuyo, Gisell.
-Ginger.
-¡Eso!
Me reí y ella sonrió al ver que me reía.
-Esto... Ginger, está por anochecer.
-Lo sé... ¿Acampamos aquí? Es un buen lugar.
-Si quieres... Puedo armas un gran campamento. Buscaré un poco de lodo para dormir más cómodas.
-¿Lodo? Una cama de... ¿lodo?
-Si. Créeme, es lo más cómodo que usarás en días.
No se lo reproché en absoluto. Después de todo ¿yo que podía saber sobre aquello?
Asentí y la esperé echa un ovillo al lado del ombú.
Pronto me rendí, y cerré los ojos. Un mundo de colores me esperaba...

Abrí los ojos. Hacía un día precioso, despejado y azul. Estaba recostaba sobre un buen montículo de lodo, al igual que Terra que yacía a mi lado completamente dormida.
No quise despertarla, así que solo me levanté y observé a mi al rededor, en busca de algún arbusto o árbol con frutas.
Todos eran extraños: ni manzanas, ni naranjas... Nada. Solo frutas de colores extremadamente brillantes y con extrañas formas.
Temía que alguna fuese venenosa, así que me limité a esperar a Terra. Ella sabría.
Cuando por fin despertó (habré esperado tan solo unos veinte minutos) re refregó los ojos con pereza y me dedicó una tierna sonrisa.
-Buen día-dijo.
Asentí en forma de "igualmente".
Se levantó y me miró, y como si me leyera el pensamiento dijo:
-¿Necesitas comer?
-Si, tu.. ¿no?-pregunté, curiosamente.
Se desperesó.
-Ahh... No. Es decir, no como tan aprisa como tu. Como los sinmagia, o conmagia incluso. Nosotras, las Hadas, podemos estar días... Semanas sin comer ni beber.
-¿Y cómo es eso?-pregunté, ahora extrañada.
-Es que somos seres diferentes. Nuestro estómago y eso no es... igual al suyo. Nosotras Hadas retenemos más nuestra alimentación-bostezó.
-Es... increíble. Es decir, estoy bien con mi... estómago, pero creo que en este viaje me sería de utilidad-Reí. Luego de un momento de silencio continué-. A propósito: ¿hace cuanto que no comías antes de los sándwiches de anoche? Solo por curiosidad.
-No sé, unos... cuatro días.
-Eso si es contener comida-dije en tono burlón.
Terra lanzó una carcajada.
-Voy por el... ¿desayuno? ¿Era desayuno? ¿Almuerzo? Son parecidos.
Arrugué la nariz puesto que no le veía el parecido.
-Desayuno-dije.
Terra se levantó con un saltito elegante y corrió, adentrándose en el bosque, con gracia. Con esa gracia con la que solo las Hadas pueden hacer, hasta en el momento más inoportuno.
Pronto volvió con los brazos llenos de unas frutas que parecían limones.
-Estos-dijo, tirándolos a mis pies- son Truwcas.
-¿Truwcas? Jamás oí hablar de esto-dije, levantando una.
Ella le sacó la cáscara a una y me mostró la fruta por dentro: estaba llena de semillitas, como si fueran de granadina, pero en lugar de ser rojas eran de un color amarillo chillón; como un choclo con granos casi traslúcidos y pegajosos.
Me metí varias semillas en la boca y saboreé su ácido gusto. Hice una mueca.
Terra lanzó una carcajada.
Luego se levantó.
-Vamos, tenemos camino por delante.
Asentí y me paré con ella, llevando en brazos las otras Truwcas.

Salimos del bosque para entrar en un lugar lleno, no, llenísimo de rosas. Rosas blancas, rojas, rosadas, moradas, ¡incluso azules con rayas verdes!
Pero algo era raro. Algo era descomunal: sus espinas. Cada tallo de rosa contenía al menos veinte gruesas y largas espinas. Eran del tañano de mi dedo mayor, más o menos.
-¿Qué caraj...?-Terra se frenó antes de decir una grosería.
-¿Qué es esto? ¿Cómo lo pasaremos?-pregunté, inquieta.
Terra agitó en el aire una mano gris.
-¡No podemos pasar esto!-farbulló-. Ni siquiera estaba en mi mapa.
-¿Tráes un mapa?-dije, que francamente no lo había visto.
-No... Pero nos vendría bien uno.
Hice una mueca frente a lo ilógico de su comentario, justo cuando lo recordé...
-¡Yo sí traigo un mapa!-exclamé-. Aunque no se si saldrá un "campo de rosas con espinas poco normales", o algo por el estilo.
-Lo que sea, tal ves haya un sendero o algo así-dijo Terra, mirándome con ojos emocionados.
Saqué mi mapa y lo abrí.
-Veamos...-susurré para mi-. Aquí-dije finalmente-. Luego del bosque que lleva a la Cantis Civitatem, un bosque y... Si, mira: "Campo de Espinas". Lo dice aquí-le señalé con una uña llena de tierra. Ella asintió.
-Si, mira. Estamos en el... sur de esta zona, más arriba sigue bosque hasta... ¡La Cantis Civitatem!
-Ajá. Pero ¿cómo llegaremos hasta allí? Es muy lejos...
-Debe de haber una forma de cruzar este campo-dijo Terra, dubitativa.
Luego de pensar un rato (sin ninguna ocurrencia) dije lo obvio, aunque jamás nos sería posible:
-La única forma de pasar por allí es volando. Y debido a que eres un Hada terrestre no tienes alas. Ni yo, claramente. Así que...
-Para-la escuché-. Mis amigos si. Aunque están muy lejos de aquí, pero... ¡Pero no Twin y Twan!
-¿Twin y Twan? ¿Mascotas?
-¡Si! ¡Sus cachorros!
-En el este de Clexia tenemos cachorros. Pero no vuelan.
Me miró, atónita ante mis palabras.
-¿¡Que sus cachorros no vuelan!? ¿¡Qué clase de perritos son esos!?
Levanté los hombros, ¿¡y por qué volarían!?
-Bien. Y ¿cómo van a ayudarnos Twin y Twan?
-Observa. Y aprende-dijo mirándome. Luego se dió vuelta para quedar frente al campo de espinas, se llevó dos dedos a la boca y silvó.
En menos de dos segundos, un gran aleteo se oyó. Al principio me asusté: vi unas grandes alas. Cada una de mi tamaño, o más grandes. Alas de mariposa. Luego aparecieron a la vista dos San Bernardo gigantes. Eran el doble de mi tamaño. Pero estos tenían... colores: Uno era de pelaje azul claro, sin llegar a ser celeste. Y el otro era Fucsia. Sus alas eran del color de su pelaje. Hermosos y aterradores a la vez.
-El azul es Twin. Y la fucsia es Twan. ¿No son hermosos?
-Estos son... ¿cachorros?
-¿A que son pequeos?-sonrió.
Abrí los ojos como platos.
-¡Twin! ¡Twan!-gritó Terra.
Los dos "cachorros" desendieron hasta nosotras.
Terra se subió al azul, Twin y levantó vuelo a unos centímetros del suelo.
-¡Vamos! ¿Que esperas? ¡Sube a Twan!
Asentí, pero las manos comenzaron a sudarme.
Miré al San Bernardo fucsia.
Ella había bajado la cabeza hasta quedar apoyada totalmente sobre el suelo. Sus alas estaban extendidas a ambos costados. Era una invitación. Era como decir "¡sube!".
Respiré ondo, y exalé en un suspiro.
Me subí al can. Justo en su cuello (de modo que las alas quedaron al descubierto).
-¿Sabes? Jamás volé sobre un... cachorro.
Terra rió y levanto vuelo, pasando sobre el campo de espinas.
Suspiré, ahora era mi turno.
-Bueno, Twina... Ahora es nuestro turno.
-Oh..... ¡ohhhh!-exclamé, mientras las alas de Twan se agitaban detrás mío, haciendo volar mi cabello.
Entonces nos elevamos, poco a poco. Hasta que Twan se elevó tan alto que tuve que decirme a mi misma “no mires el suelo”.
Volvamos junto a Twin y Terra.
-¿Qué te parece?-me preguntó ella, con su pelo negro flameando en el aire.
-Vértigo.
-¿Qué?
-Vértigo. Tengo vértigo.
-Lo superarás. Ahora mira, ¡mira hacia abajo!
No quería hacerlo, pero lo hice, y fue peor: debajo de nuestros pies yacía un gran, gran campo de rosas de todas las formas y colores con espinas de miedo. Si Twan me dejara caer...
Lancé un alarido cuando Twan giró bruscamente, dejándonos a ambas de costado. Me aferré a su pelaje fucsia mientras cerraba los ojos con fuerza.
-Oh... Twan... -Terra suspiró-. Eres taaan travieza.
Abrí los ojos. Si miraba a un lado veía completamente las espinas.
-¿Por qué... vuelva... de... lado?-pregunté, temblorosa.
-Porque es una travieza. ¿No es así, Twany?-le habló como si fuera un bebé- Pero tu... Tu puedes manejarla.
-¿Cómo?-pregunté, mientras, poco a poco, Twan se iba enderezando.
-Manéjala-dijo Terra, casi en un susurro.
Ella también iba agarrada del pelaje de su San Bernardo, pero sentada y elegante como siempre. No desaparrastroza y agarrando con todo su cuerpo a su cachorro, como yo. Terra dobló su cuerpo hacia un lado y, como acompañandola, Twin hizo exactamente lo mismo con su cuerpo. Juntos, doblaron hacia un lado.
Supe que tenía que seguirlos. Me arme de valor y me senté sobre Twan, tan solo agarrada de ella por su pelaje en mis manos; al igual que Terra.
Giré bruscamente hacia un lado, para apurarme en seguir a Terra y Twin (que pronto se fueron de mi vista) pero Twan siguió volando en sentido contrario.
-Vamos-dije, tirando de su pelaje para que girara. Pero no lo hizo.
Suspiré. Cerré los ojos. Me solté de su pelaje, y solo apoyé las manos sobre sus orejas (felpudas y suaves). Giré mi cuerpo hacia un lado y sentí, levemente, como el San Bernardo fucsia giraba conmigo.
Abrí los ojos y me asombré mucho al contemplar dos cosas: ya habíamos salido del campo de espinas y... ¡Habíamos girado!
Sonreí y acaricié a Twan.
Pronto caí en la cuenta de que no veía a Terra. Estaba perdida. Perdida con un San Bernardo gigante color fucsia y con alas.
Volví a cerrar los ojos e hice fuerza con mi cuerpo para qué...
-¡AHHHHHHHHH!-grité, mientras volaba a toda velocidad.
Luego de un rato miré hacia abajo y vi a Terra sobre el suelo, con Twin ladrando.
Me agarré con toda mi fuerza del pejale de Twan y esta se detuvo. Entonces bajamos lenta y suavemente.
Cuando por fin llegamos a tierra, me deslicé por una de las alas de Twan y quedé impecablemente parada sobre el suelo (impecable sin contar mi cabello alborotado, y mi mochila de conejitos que probablemente estaba sucia de lodo.
Twan empezó a ladrar a la par de Twin.
Di la vuelta al rededor de Twan y miré a Terra a los ojos. Sus ojos casi transparentes me miraban llenos de felicidad.
-Esto, Ginger... Es la Cantis Civitatem.




         



Querido diario:
                       ¡Tendrías que haber visto mi expresión! Estaba atónita de felicidad. Sentí que me faltaba el aire de la ansiedad que recorría mi cuerpo como la pólvora en un arma. No solo el echo de haber llegado albergaba alegría dentro de mi, si no también el echo de ver el hermoso lugar que se extendía ante mis ojos: preciosos bosques llenos de preciosas y exóticas flores nunca antes vistas. Gente con cabello y pieles de los colores más inoportunos. Y...

Una mano se apoyó con firmeza en mi cuaderno, haciendo que pegara un salto.
-¿Qué haces, Terra?-pregunté, guardándolo dentro de la mochila de conejitos.
-¿¡Qué haces tú!?-me preguntó, entre feliz y llena de cólera-. Es decir... ¿Te vas a quedar todo el día bajo este árbol? ¡Escondiéndote de lo maravilloso!-exclamó por último, extendiendo los brazos en torno a la ciudad de casitas de madera.
-No pueden verme-dije-. Podrías hacerme daño.
Me miró, como si fuera de otro planeta.
-Ginny ¿de que estás hablando?
-Tu vives prácticamente en los bosques, yo no. No soy como tu. No soy un Hada.
-¿Temes a tu supervivencia?
-Me arreglaré perfectamente en un bosque. Pero no en un "BosquellenodeHadas". ¿Y si me mandan a las mazmorras?
Terra se lo pensó un buen rato.
-Bien-dijo, y se preparó para marcharte.
-¿Bien?-repetí-. ¿Eso es todo lo que dirás? ¿"Bien"?
-No hago magia, cariño.
Y diciendo estas palabras, fríamente, Terra se alejó de mi.
No podía creérmelo. Las Hadas no tenían las mismas emociones que los demás, eso está claro, pero aún así me era angustiante la perdida de la única posible amiga que pude tener jamás.
Ahora que Terra se había marchado, estaba sola; y me sentía la persona más humillada y desdichada del planeta.
Respiré, me puse en pie, me acomodé bien la mochila a mi espalda y comencé a caminar por el bosque, bordeando las casas.
Temía que alguien me viera. Temía que era lo que pudiesen llegar a hacerme. No soy de aquí, ¿cómo explicarles mi "visita"?
Vi como subía en una colina, junto al precipicio en donde, abajo, se encontraba la zona poblada.
Entonces me paré en seco. Oí un par de gritos, y luego alguien que salía de una de las casas (que estaba increíblemente cerca).
Me subí a un árbol a toda prisa y observé la escena: Un joven, como de mi edad (en apariencia, debería tener más de cien años) con cabello rubio y ojos castaños salía de su casa, dando un portazo. Su piel era blanca como blanca como el papel, aunque debido al sol había quedado lo que a los sinmagia le llamamos simple "paliez".
Una mujer, con arrugas y piel azul, salió de la casa a toda prisa; aunque se quedó en la puerta. Su cabello índigo flameaba en el viento.
-¡Kartik! ¡Debes comprender!-exclamó la mujer. No enfurecida, más bien como deseando algo que no le era posible. Desesperada.
-¡Ya basta! Ni siquiera la aprecio. Es... fría.
-¿¡Fría!?-a la mujer le brillaban los ojos. Suspiró y, resignada, entró en la casa.
Kartik se había quedado sentado en el tronco talado que había cerca de su casa. No paraba de clavar las uñas en la tierra, y observar como esta caía lentamente a través de sus dedos cuando los levantaba.
Era el momento de marcharme.
Bajé lentamente el árbol. Por suerte las hojas no crujían bajo mi peso.
Puse un pie sobre la tierra. Luego el otro. Estaba muy junto a la bajada, así que decidí introducirme más en el bosque. Pise una piedra del costado, y sentí como se me caía el alma a los pies: la piedra se zafó y yo comencé a rodar inmediatamente, por el precipicio que mediría dos veces mi altura.
Sentí rasguños en mis manos sudorosas y raspadas, y un gran corte en mi mejilla (cortesía de un arbusto).
Cuando por fin me detuve fue por chocar contra algo sólido, que me golpeó el brazo de manera repentina.
Cerré los ojos mientras me llevaba una mano a la mejilla sangrante.
Entonces alguien me apartó la mano de improviso.
-¡Mamá!-exclamó una vos, demasiado cerca.
Intenté en vano desesperadamente escapar, pero algo duro me sostenía con firmeza. No podía escapar.
-No...-fué lo único que dije.
Entonces sentí una persona que exclamaba algo y luego un pedazo de algodón en mi mejilla.
-Estoy bien-dije, sacando la mano ajena de mi mejilla e incorporándome.
Sentí un pequeño escalofrío en todo el cuerpo.
-¿Que intentabas?-preguntó la mujer, alejándose de mi.
-Yo solo resbalé-dije, alejándome de la mujer.
Pero Kartik no se alejó.
Se me acercó y me corrió el pelo. Al principio no comprendí en absoluto, pero luego me di cuenta de lo que buscaba: mis orejas no eran puntiagudas, algo muy propio de las Hadas.
-Eres una... ¿maga?-preguntó, preocupado, dejando mi cabello en su lugar.
-De echo-respondí-. Soy una sinmagia. Me dirijo hacia el oste de Clexia. Si me disculpan, debo irme-intenté caminar lo más rápido posible hacia la subida al bosque, pero sabía que no tenía forma de subir: ni rocas salientes, ni ramas de las que apoyarse. Solo una pared de tierra.
 Mis manos comenzaron a rebuscar entre la tierra, temblorosas.
-Hey-dijo Kartik, posando una mano sobre mi hombro.
Pegué un respingo, y la mujer azul pegó un grito:
-¡Aléjate de ella!
Kartik ni la miró.
-¿Necesitas ayuda?
Lo miré, pestañeando demasiado.
-Eh... Si.
-Puedes apoyarte aquí-dijo, juntando las manos para que yo pusiera uno de mis pies y me impulsara.
-¡KARTIK!-gritó la mujer, y pronto un par de Hadas se acercaron.
Todos asombrados, corrieron hacia mi con expreción entre confundida y furiosa.
Grité, y comencé a correr.
Entonces sentí como me elevaba en el aire.
Grité más fuerte.
Estaba... ¿volando?
Si...
¡¡¡ESTABA VOLANDO!!!
Era increíble. Daba giros sobre mi misma, incapas de controlar mis movimientos. No podía creerlo.
Miré hacia atras y vi como todos me miraban, desencajados.
-¡Es una maga!-gritó uno, y todos corrieron hacia mi (a espción de Kartik que miraba maravillado y la mujer azul que no dejaba de parlotear algo sobre que era peligrosa).
-¡No!-grité, e intente moverme, pero estaba descendiendo lentamente, entregándome a las Hadas-. No, no, no, no...
Unas manos con garras llenas de tierra me tomaron en el aire. El resto de inmediato intervino: me pusieron ambas manos detrás de la espalda y las ataron con una soga.
-¡Ayudaaaa!-grité, pero nadie allí acurriría a mi ayuda-. Déjenme, por favor.
-Volaste, eres una asquerosa maga.
¿Asquerosa maga? ¿Desde cuando Hadas y Magos eran enemigos?
-No lo soy, lo juro-dije, agachando la cabeza con temor.
-¡Una sinmagia no volaría, jamás! Y no eres Hada-dijo, apretándome con fuerza una oreja.
Grité.
-Ya basta, no sean tan duros. ¿Desde cuando?-intervino alguien.
Levanté un poco la cabeza y vi a Kartik delante mío.
-Nos la llevaremos a la corte, a su sentencia-respondió el de las garras, que me tenía agarrada como si me fuera posible escapar.
-¿Sentencia? ¿Por qué quieren hacer una cosa así? ¡Parecen animales! Es solo una chica...
-Es una maga, Kartik. Déjalo ya-respondió una muchacha detrás de mi.
La miré: tenía la piel verde agua, y los ojos castaños con pintitas verdes. Su cabello era largísimo, color avellana, y lo tenía recogido en una gran trenza. Llevaba un vestido con gemas preciosas, digno de una princesa.
-No te metas, Fiona-respondió Kartik, cortante.
-Kartik, podría matarnos a todos con un chasquido de dedos- Fiona lo dijo amablemente, aunque sus ojos chispeaban.
-Dejen que se marche y ya-probó Kartik, aunque las Hada ya habían comenzado a caminar, adentrándose en la zona poblada, haciendo caso omiso a las miradas curiosas.
¿Así terminaría mi historia? ¿En manos de las Hadas?
Todo el deseo que tenía de ir al oeste de Clexia se intensificó, aunque ahora dolía. Dolía mucho.
No podría completar mi misión, pero era increíblemente fascinante ver el mundo de las Hadas. Aunque sea un paseo hacia las mazmorras.
Caminos de tierra. Veredas empedradas. Casas de troncos. Huertas por todas parte.
Quería saber más. Ver más. No quería rendirme, en absoluto. Solo quería disfrutar más de toda esa belleza incrementada en un trozo de bosque.
Llegamos frente a una gran mansión de piedra. Un hombre abrió la pesada puerta de madera y asinsitó, para que entráramos.
Me paré en seco. Intenté en vano liberarme de mis ataduras, aunque solo logré herirme más las muñecas.
-Camina-dijo el Hada de las garras, y me empujó con demasiada fuerza hacia dentro de la mansión.
Pronto caí en la cuenta de que esa era la "corte" de las Hadas.
Caminé por una alfombra de hojas secas, hasta llegar a los pies de una gran silla de piedra. Sentada allí, yacía una mujer. Un Hada.
De cabellos dorados como el sol. Pálida, y de labios auténtica mente morados. Sus ojos eran cristalinos, cargados de emociones de todo tipo.
Solo movía la cabeza, los ojos y los labios, robóticamente. Su piel pulida era perfecta. Ella era perfecta. Tan perfecta que dolía verla directamente a los ojos.
Sacó un brazo de alguna parte de debajo de su vestido de seda blanco, y me apuntó con un dedo puntiagudo.
Ahogué una exclamación: piel y hueso. Era como una mujer que nunca había comido en su vida. No tenía ningún mal síntoma, pero me dieron ganas de vomitar.
-Tú-dijo.
Su vos era melódica y dulce, pero un poco ronca y cansada.
-No soy una maga-dije al instante.
-Suéltenla-dijo, siempre con vos firme y dulce, aunque ahora las comisuras de sus labios se habían agachado en una mueca de enfado y desgracia.
Me cortaron brutalmente la cuerda de las manos. Me restregué las muñecas con dolor. Un dolor agudo. Me ardían.
-¿Que haces en mi corte, pequeña desagradecida?
¿¡Desagradecida!? ¿Que quería? ¿Que le agradeciera por estas lindas vacaciones a la muerte?
Me dieron ganas de gritarle algo inapropiado en su perfecta cara, pero me contuve. Miré hacia abajo.
-Le digo que no soy maga.
-¿Cómo volaste? Explícate-me ordenó, inclinándose misteriosamente hacia mi.
-Yo solo... Lo hice...-luego de un silencio interminable, se me ocurrió- Antes visité a mi tía Lawrent. Ella es maga. Su hermana, mi madre, no. Así que por ende no soy conmagia. Le expliqué de mi viaje. Mi tía me dijo, antes de irme a la cama, que haría lo que fuera para salvarme cuando lo necesite. Creo... no se como, pero creo que ella lo hizo.
La mujer se incorporó y levantó una ceja. Luego las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba. Primero un poco, y luego tanto que creí que la mitad de su cara se abriría. No fué así: sus labios tendrían el doble de largos que unos normales. Me mostró unos horribles dientes puntiagudos.
Pegué un grito de terror.
-Bienvenida a casa, Ginger-y diciendo estas palabras, dos Hadas (un chico y una chica) me tomaron delicadamente por los brazos y me llevaron por un costado, donde había una puerta que se adentraba en el interior de la corte.
Escuché, de lejos, unos gritos terribles de una muy reconocible vos: la reina Hada. Y luego un grito de terror, que no se porque hizo que se me cayera el alma a los pies. Yo sabía quien era. También sabía que lo castigarían por intentar salvarme.
Nuevamente un grito. Esta ves fue de dolor.
Kartik.



(Si, lo subo un miércoles porque lo tenía pendiente :S)
Querido diario:
                        Tengo miedo. Jamás tuve tanto miedo como ahora siento. Me siento perdida, como un pez fuera del agua. Agotada y con todas las fobias juntas. Esto es horrible.
                                                                      Ginger
(Unos minutos antes de escribir en mi diario...)
-¡El Hada!-exclamé, e intenté correr hacia él pero ambas Hadas me escoltaron agarrándome con uñas y garras hasta un cuarto de cristal.
Literalmente de cristal: paredes, suelo, cama (no daría gusto dormir en esta) marcos de espejos, puertas. ¡Todo! ¡Cristal puto y gemas preciosas!
Iba a soltar un improperio de histería, cuando el Hada masculino le digo algo al Hada femenino. Luego este le rozó la mejilla con la mano.
-Oh, mi querida Glass.
Glass, Crital es latín. ¿Sería su pequeña obsesión?
Glass soltó un suspiro enamorado, y el Hada masculino se marcho.
El Hada llevaba un cabello un tanto... descomunal. Era como una porra de rulos brillantes y perfectos, color índigo. Llevaba un vestido muy, demasiado, ajustado hasta las rodillas. Las pestañas medirían algo de ocho centímetros y los labios eran blancos como el papel. Su piel era blanca, empolvada. Se notaba un leve tono verde-azulado bajo su mota de polvo blanco.
¡Que hablar de sus zapatos! Plataformas con taco. Me dolían los pies de solo mirarla.
-Vamos, cariño, estás echa una porquería.
Arrugué la nariz con desgano.
Me acompañó hacia una habitación cerrada y helada.
Temblé de frío al ver la tina de cristal, llena de espuma y burbujas.
Llegó otra Hada (Más normal, solo llevaba un vestido abierto amarillo y su cabello era rubio natural. Su tez era como la de un humano, y aunque desentonaba notablemente con sus ojos, era perfecta y brillaba con cualquier reflejo. Sus ojos, si descomunales, eran dorados) y le tiró un poco de alguna sustancia a la tina. Me sonrió dulcemente, mostrándome unos perfectos dientes.
-Está perfecta, ya puedes entrar-dijo.
Antes de que pudiera preguntar algo, Glass me comenzó a desnudar bruscamente.
Me alzó con sus fuertes brazos y me depositó dentro de la tina. Cerré los ojos, debía de estar helada. Aunque me llevé una gran impresión cuando la noté cálida.
Pronto, cada músculo y tensión de mi cuerpo se relajó. Me dieron ganas de cerrar los ojos y pedir alguna que otra bebida, como en las películas, pero no estaba para eso. Mi cabeza no dejaba de rebobinar el grito de dolor del hada. De Kartik, así lo llamaban.
-Lo siento, debo...-comencé.
-Ahora no, pequeña-dijo amablemente la chica de "Oro", mientras me echaba no se que cosa en la cabeza, que hacía mucha espuma.
Mientras Oro se dedicaba a limpiar mi cabello de ramas y lodo, Glass me comenzó a limpiar uñas de manos y pies con un cepillo.
Miré el techo, en la penumbra del silencio.
Respire agitadamente, pensando en que cosas extrañas me sucederían luego.
-¿Que me harán?-pregunté.
-Solo te quieren por tus historias-dijo Glass, sin quitar la vista de la uña de mi dedo pulgar.
-¿Mis historias?
-Si, cielo-dijo la chica Oro-. Tu hiciste un viaje largo hasta aquí. Nuestra reina quiere saber como fue eso.
-¿Y luego qué?-quise saber.
-No tenemos idea-dijo rápidamente Glass.
La chica Oro no dijo absolutamente nada.
Mi corazón se aceleró, provocando más miedo en mí.
-¿Dónde está Kartik?-pregunté.
-Hablas del chico que quiso salvarte, ¿cierto?-inquirió la chica de Oro.
-Si... ¿Qué sucedió con él?
-Supongo que estará en las mazmorras-suspiró.
-¡¡¡AUREAUS!!! No debes hablar con ella al respecto de cualquier cosa. ¡¡Ya lo sabes!!
Dorado. Ella no era Oro, sino Dorado.
-Eso es imposible-dije, incorporándome y mirando a Aureaus-. Apenas si acabo de llegar.
-Sabríamos que vendrías-dijo Aureaus, depositando el cepillo de cristal en el marco de la tina, con unas uñas increíblemente largas y cuidadas.
-¿Qué?
-Nuestra reina...-pero no terminó puesto que Glass la interrumpió.
-Llegas a decir una palabra más y... No lo sé, lo que sea. Recuerda que estás en una de mis habitaciones.
-¿¡Su reina qué!?-pregunté con insistencia.
Aureaus bajó la vista, pero no respondió. Cuando volvió la vista a mi se notaba cansada y dolida.
Sorbió por la nariz.
-Vamos, ya estás-dijo, intentando una sonrisa que fue más bien como una mueca de dolor.
Presionó un botón de quien sabe donde y el agua instantáneamente comenzó a bajar.
Mi instinto fue taparme, pero rápidamente Glass me sacó y me envolvió en una bata demasiado brillante para mi gusto: fucsia.
Glass se alejó, pero Aureaus me llevó nuevamente a la habitación.
-Busca algo en el armario de Glass, lo necesitarás. Lavaremos tus cosas mientras tanto.
-Mi...-comencé apresuradamente, pero Aureaus sonrió y me tapó la boca cariñsamente.
-Está debajo de tu cama-me guiñó un ojo.
Sonreí con verdadero afecto.
-Bien-dije, mientras Aureaus se alejaba de mi.
Por fin sola.
Abrí el armario de par en par y me quedé atónita ante lo que veía. Todo brillaba. Todo estaba lleno de color. Era precioso (solo los colores y brillos). Me acordaban a mi tía Lawrent. Aunque luego de un rato, comencé a aborrecer lo que había pensado. Todo era ajustado, escotado y pensado para una mujer que quiere conquistar a alguien con su cuerpo.
Vacié el armario, dejando solo una prenda blanca.
La saqué, esperando lo peor pero me quedé imprecionada: era un vestido... humano. De la cintura para abajo una especie de tutú. De la cintura para arriba un corsé con tiritas para atar detrás del cuello.
Fué una alegría para mí que esta mujer usara todo tan ajustado, pues a mi me quedaba a la perfección.
Busqué zapatos, pero par mi desgracia todos tenían tacon y plataforma.
Abrí el cajón de los zoquetes  Me puse tres juntos: ya casi no sentía el tacto al suelo, eso serviría para no lastimarme ni pincharme.
Dejé mi cabello sedoso al viento, y me encaminé hacia vaya a saberse donde. Lo único que sabía era que no quería cruzarme con ningún Hada, y que mi objetivo era claro.
Kartik.
Querido Diario:
                         Necesito ayuda. Ayuda urgentemente.
Ginger
(Antes de escribir esto y lo del cap 4...)
Miré a traves de la ventana de cristal. Todo se veía borroso y distorsionado, pero si distinguí colores fuertes y flúo en pieles.
Abrí con cuidado la pesada, pesadísima  puerta y luego la cerré intentando no hacer ruido.
Caminé, intentando esquivar las miradas burlonas hacia mi aspecto o las de extrañeza hacia mi raza.
Luego de caminar un buen rato por un pasillo, en donde se encontraban las habitaciones, me encontré en una gran sala. Una alfombra circular y dorada cubría casi todo el suelo. Había varios caminos. Varios pasillos que se extendían. Cada pasillo tenía un cartel, con letras en un idioma que no pude descifrar.
Me sentí decaer. Habría más de 1000 puertas en ese... castillo, ¿dónde estaría Kartik?
Entonces oí una vos detrás de mi. Una vos dulce, pero grave y gritona.
-¡Señorita!-exclamó.
Me di vuelta y me encontré varias cabezas bajo un gran mostrador de madera tallada. Una mujer de cabellos blancos, atados en un rodete donde le sobresalían mechones rebeldes, me miraba a traves de unos grandes anteojos blancos.
Me hice hacia atrás para verla mejor.
Lucía unos finos labios rojo sangre, y unos ojos del mismo llamativo color. Su piel era celeste. Sus orejas realmente largas y puntiagudas.
-¡Señorita!-volvió a gritar.
La miré fijamente.
-Estoy algo perdida. Estoy buscando...-me detuve. 
¿Convenía interactuar con el enemigo?
-¿Busca...? ¿¡Qué busca!?-dijo, exasperada.
-Creo que puedo encotrarlo sola-dije, aunque mi vos sonó tan falsa que hasta una planta podría haberse dado cuenta.
La mujer pareció no afectarse en absoluto. Me miró extrañada y asintió.
Suspiré y volví la vista hacia todos los pasillos. Uno al lado del otro. los conté: 24.
-¿No sabía ya?-preugntó con insistencia la mujer.
-Lo lamento, no comprendo el idioma de los carteles-refunfunié malhumorada.
-No es problema-señaló con la pluma que tenía en mano cada pasillo y me dijo su nombre. La detuve cuando mencionó "mazmorras".
Me miró entre irritada y consternada.
-Tengo un familiar, solo eso-dije.
-¿Un familiar asesino, tal vez?-preguntó, interesada.
-La verdad es que no es de su incumbencia-respondí cansada, y me encaminé a paso firme hacia las mazmorras.
El olor a putrefacción me invadió llegada a la mitad del pasillo. A partir de la mitad, comenzaban las rejas.
Corrí por todo el oscuro pasillo, tomando pequeñas bocanadas de aire y dejándolas salir por la nariz.
Corrí y corrí lo que pensé unos 20 minutos.
Por fin, desauseada, me senté en el suelo. Aquel lugar estaba terriblemente vacío, salvo por algunas Hadas con cara de pocos amigos.
Me agarré a una reja y dejé escapar todo el aire y a contenerlo dentro de mi, aunque fuese apestoso.
La reja se notaba sólida y helada debajo de mis dedos temblorosos.
De repente, alguien tomó mi mano del otro lado y la hundió hacia adentro, dejando mi mejilla contra la reja.
Pegué un grito, pero una mano me tapó la boca con fuerza.
Miré en dirección a la reja y noté a un joven mirándome.
-Kadgatikh-dije.
Con su mano pegada a mi boca el sonido no fue más que un tonto balbuceo.
Me sacó la mano de la boca y relajó la que sostenía mi muñeca, pero esta no la soltó.
-¡Sácame de aquí!-susurró a mi oído.
-Eso intento, pero no se como.
-Las llaves. ¡¡¡Sácame de aquí!!!.gritó con insistencia.
Logré soltar mi muñeca.
-¡Deja de gritarme! Estoy haciendo todo lo posible.
-Lo siento, no soy yo...
-¿Eh?
-Que no soy yo. Creo que me drogaron. Dime... ¿ves en blanco y negro?
Arrugué la nariz y dejé de mirarlo para dedicarme a buscar las llaves.
-Me gusta tu vestido, pero necesito salir-dijo Kartik.
-¿Dónde están las llaves?
Se agarró la cabeza, con aspecto dolorido.
-No lo sé, creo que en el mostrador de... Coso.
-¿Quien rayos es Coso?-luego de pensarlo, me di cuenta de mi estúpida pregunta-. ¡Ya se quien es! ¿Cómo le saco la llave?
-No se que hora será, pero pronto saldrá a comer.
-Bien, ya vuelvo.
Me paré para irme en busca de la llave, pero Katik me tomó el tobillo.
-Espera.
-¿¡Qué!?
-No me dejes....
Suspiré. Miré en al celda que seguía. Un Hada yacía mirándome con los ojos como plato.
-¿Cómo te llamas?-le pregunté.
-Lux-respondió una vos femenina.
-Lux, te presento a Kartik. Kartik, ella es Lux. Lo lamento, debo irme-dije y salí corriendo.
Ni bien salí del pasillo un aroma a rosas me invadió, asqueándome.
La mujer seguía allí, escribiendo valla a saberse que cosa, en profundo silencio.
Me acosté boca abajo en el suelo y me arrastré lo más silenciosamente que pude hacia el mostrador. Cuando llegué, me quedé oculta a su lado. Jamás se enteraría, puesto que este era demasiado alto.
Habrían pasado ya unos diez minutos cuando una alarma realmente potente comenzó a sonar.
Rápidamente me tapé los oídos, retorciéndome.
La mujer se paro y salió disparada, sin fijarse en mí.
Me quedé quieta, pensando si esa alarmante alarma sería la de comer.
Daba igual. Subí la pequeña escalerita y quedé sobre el mostrador. Abrí el único cajón que había y encontré un manojo de llaves. Cada una con su nombre. Tomé la de las mazmorras y corrí en busca de Kartik.
Demasiado fácil, pensé.
Llegué agitadísima.
-Lux, me encantaría conocer a tu caniche verde-estaba diciendo Kartik.
Abrí rápidamente la reja y lo saqué. Apoyé su brazo sobre mi hombro y lo intenté acarrear. Kartik me empujó.
-¿¡Que te sucede!?-grité, histérica por la alarma que seguía sonando.
-¡No dejaré a Lux!
Lux hizo un gritito de dolor desde su celda.
-Bien-abrí la celda de Lux y le tironeé del brazo.
Ella salió disparada, corriendo sin siquiera mirarnos.
Miré a Kartik, un tanto frustrada.
-¿Esa es la alarma de comida?-pregunté, mientras caminaba junto al Hada.
-No. Esa es la alarma de que algo malo sucede.
Me paré en seco al oír a mucha gente caminando con pasos robóticos hacia nosotros.
-AYUDAAAA-gritó Lux, en la lejanía.



7 comentarios:

  1. me encanto!!!

    sigue asi y nunca pares de escribir! tienes ese don!!!!

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    1. Muchas gracias!! Sos el primer comentario, gracias por comentar en principio. Me pone muy feliz que digas eso, ya que mi deseo es ser escritora.
      Gracias por leerla.
      Eunice

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    2. De nada!
      y seguro que dentro de unos años vas a sacar tu primer libro no?
      estaré esperando con ansias ese día!!!

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    3. Yo igual!! Jajjajaj.
      Gracias por leer, y por tu confianza. Y si, me encantaría sacar un libro.
      Un beso volador!

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  2. de nada!!! xD y yo te mando un apapacho volador!! jajaja

    me encanta lo que escribis y mucho!

    te puedo pedir alguna novela o algun cuento sobre investigacion o vampiros??? jajajja es que ultimamente ando buscando alguna novela sobre vampiros para leer xD


    te recomiendo un libro que acabo de leer! es: El año de las desapariciones de Susan Hubbard!!! puedwe que te guste... bueno nada... besos!!!

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    1. Justo! De vampiros ahora mismo estoy escribiendo una en la página de face.
      El fantasma de tu voz (se llama así ajjajaj)
      Un besote!

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    2. GRACIAS!!!! sos re buenda onda... beoss enormes!!!

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